martes, 3 de enero de 2012

Capítulo 30.

Entré en la habitación de puntillas, nadie debía enterarse que estaba allí, no por lo que pudieran pensar, si no por todas las preguntas que nos harían.
-Zayn, Zayn? -Susurré yo.Cerré la puerta a mis espaldas, hice algo de ruido pero nadie lo escucharía
-Zayn? -Volví a preguntar
La habitación era muy bonita, color gris metalizado y bueno, de muebles lo típico, una gran cama, el armario, las mesillas...
-Como fuiste capaz? Eres una estúpida -Oí gritar a Zayn en el baño que había en la habitación. No sabía si aquellas palabras eran para mi, pero no me fui, me quedé esperándole apoyada en la puerta.
-Eres una demente! -Le oí gritar otra vez
Me acerqué al baño y llamé dos veces, no quería que me viese en la habitación y pensara que le estaba espiando.
-Si?
-Soy yo, Cat
-Ya salgo -Respondió con la voz más tranquila
Me senté en la cama y esperé a que saliera. Abrió la puerta y salió con el móvil en la mano, tenía muy mala cara, no se con quien estaría hablando, pero no me tenía buena pinta...
-Si quieres me voy -Dije poniendo cara de comprender
-No, no, te mandé que vinieras para algo -Me habló sentándose a mi lado.
Subió una pierna a la cama y la otra la dejó apoyada en el suelo y se giró hacia mí.
-Sucede algo? -Pregunté mirándole a los ojos, esos preciosos ojos marrones.
Zayn iba a hablar, pero se calló, intentaba olvidar la conversación que acababa de tener, tras unos minutos, sonrió
-Creo que ya lo sabes, pero tengo que decírtelo
-El que?
Nuestras palabras sonaban despacio, nuestras miradas eran dulces y ninguno quería estropear aquel momento.
-Me gustas, me gustas mucho Catherine -Dijo acariciándome la mejilla. Cerré los ojos y sentí su mano rozando mi piel. Noté su aliento cerca mía, no abrí los ojos, me dejé llevar por sus movimientos.
Cada vez le sentía más próximo a mi cuerpo hasta que noté sus labios, esos que siempre deseé tocar y que ahora eran míos. Nos besamos lenta y dulcemente, no valía la pena ir rápido, queríamos hacer de aquel momento el último.
Su mano ahora estaba en mi nuca y la otra en mi pierna. Un gran cosquilleo recorrió mi espalda, era el beso más tierno que jamás me habían dado, y me lo regaló la persona que más amaba en el mundo.
Nos separamos, nos miramos y no evitamos sonreír, le acaricié la mejilla, sentía la necesidad de acariciarlo, de saber que no estaba soñando.

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